domingo, 25 de noviembre de 2007

La ùltima y nos vamos.

Nos mudamos. Ahora escribiremos en www.humbertofuentes.wordpress.com . Gracias a todos los lectores de este humilde blog y esperamos que nos pasen a visitar en el nuevo.

Humberto
Fuentes

martes, 27 de febrero de 2007

LA VERDAD INCÓMODA


Alguien debería enseñarme a subir correctamente imágenes.

lunes, 26 de febrero de 2007

LA IMPORTANCIA DE LA RECONQUISTA

“La cultura es el alma de los pueblos. Un pueblo sin cultura es un pueblo sin alma”.
Paráfrasis del grito de batalla del Sonido Sonorámico.

México es, de origen, un país conquistado; no me refiero a lo que ocurrió en 1521, ni en 1847, sino a la falta de identidad que esto conllev(¿a?)ó. Y sin querer entrar al laberinto de Paz o poner en duda las conclusiones de Santiago Ramirez, es evidente que la reconquista, vive entre los deseos del inconciente colectivo mexicano.

Así, cada vez que la oportunidad se presenta, los mexicanos nos unimos en una eufórica aporía que pretende dar apoyo y formar parte —al menos moralmente— de esta reconquista: ya sea en un partido de futbol, en la instalación de un telescopio de avanzada o en la ceremonia de los Oscares…

En este sentido, a pesar de que muchos juzgan como fracaso el resultado final de los Oscares (4 estatuillas para los nacionales), lo que quiero destacar no es el veredicto de la Academia, sino la demostración de lo que un puñado de mexicanos puede hacer con empeño y esfuerzo y la vergüenza que debe provocarnos el hecho de que a pesar de que sus autores no niegan su nacionalidad, dichos filmes distan mucho de ser mexicanos: una producción estadounidense en Babel, una británica en Los Hijos del Hombre y una española en El Laberinto del Fauno. Lo que ha pasado con estos destacados mexicanos sólo es un ejemplo más de un fenómeno que nos ha mantenido rezagados del progreso mundial: la fuga de cerebros.

¿Cómo hubiera podido el gobierno panísta Fox-Calderón celebrar a los cineastas mexicanos cuando uno de sus grandes objetivos ha sido el disminuir el gasto en cultura? El mejor lugar para estudiar cine en México (y el más selectivo también) es el Centro de Capacitación Cinematográfica, el cual vio reducido su presupuesto durante el sexenio de Fox alrededor de 16% en términos reales (http://ccc.cnart.mx/rendicion/frame1.htm) y en este año el Festival Internacional de Cine Contemporáneo (FICCO) fue la única organización cinéfila apoyada con presupuesto federal, con un ínfimo monto, menor a la dieta mensual de 5 diputados federales (http://www.conaculta.gob.mx/pto07.htm).

Cuando se tiene una política de reducción del gasto público se debe de medir el impacto futuro de cada peso ahorrado. Así, el mismo tiempo que llevamos pretendiendo ahorrarnos el gasto en investigaciones científicas, creaciones culturales y formación de atletas, es el mismo que llevamos sin repuntar económicamente. El principio económico de la fungibilidad de los fondos, indica que si hay que ahorrar, se dejará de gastar en lo menos prioritario. El deporte, la investigación científica y la cultura son —enérgicamente lo afirmo— un gasto más importante que los enormes sueldos, las lujosas comidas y los interminables viajes de nuestra clase política.

El síndrome de la reconquista es un reflejo del complejo que vivimos los mexicanos al observar el avance económico y la predominancia de contenidos del vecino del norte (con su bemoles, claro). Confío en que esta meta cortoplacista sea usada como motor de un cambio de raíz. Porque el México ganador que todos queremos ver (algo en lo que coincidimos Felipe), no es el que gana penales, ni oscares, sino el que tiene un gobierno que toma en cuenta a su gente, sus necesidades, sus aspiraciones y sus deseos al momento cualquier tipo de políticas públicas.

martes, 30 de enero de 2007

Bienvenidos

Siempre he pensado que en este mundo posmoderno, los vacios de identidad y abstracciones de significado, llegan a un límite en el que cada individuo tiene que abrazarse a algo (¿religarse acaso?) y poder gritar a los extraños: ¡yo soy...! Ser Mexicano (así, con mayúscula) es mi abrazo. Y esa es posiblemente la razón por la que me duele ver mi país así, herido, defraudado y deprimido... esa es, también, la causa por la que me interesa corregirlo.

Este es un espacio de denuncia y de queja, generada como consecuencia de la reflexión y que pretende terminar en propuesta. Su herramienta analítica -sugerida- son las ciencias sociales, no por otra razón, sino porque son los únicos medios que conozco. Sin embargo me encataría verla complementada con otro tipo de análisis, el cual, por mi circunstancia no puedo acceder. Esa es mi única petición hacia tí lector.

En fin, espero que los textos que aquí sean vertidos, sean leídos. No aspiro a transmitir la verdad, ni a desenmascarar los mitos de nuestra sociedad contemporánea, ni a descubrir el hilo negro en el análisis político; sólo aspiro a ser escuchado y corregido, comprendido y compartido. A no ser ignorado.

Y es que esto no es más que mi método de escape al silencio cómplice de la indiferencia.

EL TACO Y EL CAMPESINO; ESPECIES EN PELIGRO DE EXTINCIÓN

“En México, la tortilla es alimento, plato, cubierto y estabilidad”
Jorge Ibargüengotia

Cuando a consecuencia de alguna asignación no equitativa del mercado, la gente amenaza con terminar con la estabilidad política y social de un país, por más ortodoxa que sea su política económica, es necesaria la intervención estatal. Este es el caso del incremento en el precio de la tortilla que como consecuencia ha traído más incrementos en productos de la canasta básica (Según María de las Heras ha afectado “mucho” al 74% de los mexicanos). Y cómo no habría de hacerlo si 1 de cada 5 mexicanos viven con menos de 2 dólares diarios, de los cuales dedican 1 a la alimentación (con lo que ahora se puede adquirir sólo un kilo de tortillas, así, sin nada adentro).

Como respuesta a estas alzas, el gobierno federal (contraviniendo las iniciales declaraciones del secretario de Economía de dejar todo al mercado) decidió intervenir.

Primero, fijando el precio del kilo de tortilla en $8.50, oficializando el incremento (que no bajará aún disminuyendo la escasez). Dicho sea de paso, esta negociación se hizo entre el gobierno federal y los principales empresarios del maíz (Maseca, MINSA, Cargill…). No se necesita ser muy brillante para notar que si uno de los problemas es el acaparamiento del producto, los principales sospechosos deberían de ser sus grandes comerciantes (Grupo Industrial Maseca controla 80% de la harina y el maíz que se comercializa en México, suficiente, creo yo, para influir en el precio del producto). Además si el precio máximo está por debajo del precio de equilibrio, causará que las empresas que no logren cubrir sus costos dado este precio, quiebren (en caso de que el precio sea el de equilibrio o superior, la medida es pura demagogia).

Asimismo acordó que las grandes tiendas de autoservicio (Wal-Mart, Comercial Mexicana, Sumesa, etc.) mantengan el precio tal como estaba antes de los incrementos ($5.50 por kilo). A esto, cabe señalar que la gente en extrema pobreza —los principales afectados por esta alza— no tiene acceso a este tipo de establecimientos (ya sea por motivos geográficos y/o económicos); además esta medida resulta —más— propaganda para estas grandes cadenas, lo que contribuye a la desaparición de las microempresas de tortillas de todo el país (más de 10 mil tortillerías tan sólo en enero).

Además, se pretenden estabilizar los precios del maíz abriendo los cupos de importación del grano, para que entre el subsidiado producto internacional. Y así, curiosamente la importación que otrora hubiera parecido genocida del campesinado mexicano, ahora aparece como la salvadora de la súbita crisis, justo a un año de que los aranceles en productos agrícolas se eliminen y nuestro mercado se inunde (¡¡aún más!!) de productos extranjeros (sin mencionar que empresas como Monsanto, Pioneer y Dupont se encuentran presionando al gobierno federal para convencerlos de que sus semillas transgénicas son la única solución de fondo para el campo).

Y esto no es cuestión de nacionalismo, sino de viabilidad de país. Si el campo mexicano no logra colocar sus productos en el mercado (además de perder la soberanía alimentaria), se está marginando a los campesinos a la migración, la proletarización o la venta monopsónica de sus servicios a los grandes productores (y hoy acaparadores). La única solución de fondo es favorecer la competencia en la comercialización y, urgentemente, modernizar nuestro sector primario y defenderlo a capa y espada de la competencia desleal internacional (tan sólo el 2004 se calculaban en 320, 000 millones de dólares los subsidios agrícolas de las 30 economías más desarrolladas del mundo).

LA VIGENCIA DE LA IZQUIERDA EN MÉXICO EN EL INICIO DEL SIGLO XXI

¿POR QUÉ ESCRIBIR AL RESPECTO?
Tras el primer sexenio con un partido diferente al PRI en el gobierno después de mas de 70 años, en lugar de gozar de un cambio significativo en las condiciones de desigualdad del país, las vemos más acentuadas; en lugar de tener una igualdad de oportunidades entre todos los mexicanos, aún mantenemos las élites que se han enriquecido a costa de los más necesitados; más aún, no sólo no sabemos si las resultados del camino elegido sean los mejores en el largo plazo, sino que ni siquiera tenemos consenso de que este rumbo sea el más conveniente en el corto plazo.

México hoy se encuentra dividido, pobre y desigual, con una sociedad civil débil y poco organizada, consecuencia del fracaso modernizador que el gobierno de derecha de más de 20 años ha traído. La minimización de las funciones del estado sin la debida reducción de la corrupción y el clientelismo, han logrado que los grupos dominantes ya no dependan del estado para actuar, y que en cambio se vuelvan poderes fácticos autónomos, antidemocráticos y perdurables; es decir, más desigualdad. La apertura súbita al libre mercado sin las debidas precauciones para el comercio interno ha logrado terminar con la pequeña burguesía con una rapidez sólo observada anteriormente en Rusia, en 19174; es decir, más desigualdad. La política macroeconómica, no ha sido tan responsable: nos hemos endeudado enormemente vía FOBAPROA (hoy IPAB) y PIDIREGAS; en 1995, sufrimos el crack financiero más salvaje en todo el mundo de los últimos tiempos; es decir, más desigualdad.

Todos estos vacíos deberían ser llenados por políticas impulsadas desde la izquierda (la cual será definida formalmente en el siguiente apartado) y la responsabilizo ampliamente de no hacerlo. La izquierda en México no ha sabido llegar al poder, no ha entendido las reglas del juego democrático, ha quedado rezagada, anacrónica y autoexiliada. El motivo de este ensayo es encontrar el origen de esta triste condición de la cual todos padecemos las consecuencias, proponer soluciones y hacer propuestas para alcanzarlas. La democracia se fortalece gracias a la crítica, ambas son urgentes para la izquierda; este ensayo pretende ser una autocrítica para adaptar la izquierda mexicana a los nuevos tiempos democráticos.

¿CUÁL ES LA DIFERENCIA ENTRE IZQUIERDA Y DERECHA?
Los términos de izquierda y derecha, como posicionamiento dentro de un espectro político-ideológico, son posiblemente de los más conocidos popularmente, aunque también de los que más dudas provocan. Es por eso necesario tener una definición clara de las diferencias entre ellas.

En un inicio, la izquierda y la derecha correspondieron a las posiciones espaciales con respecto al rey que, dentro de la reunión de los Estados Generales previo a la Revolución Francesa, tomaron por un lado la nobleza y el clero (derecha) y por el otro el tercer estado (izquierda). Ciertamente esta definición ha quedado obsoleta, no sólo por la desaparición de las monarquías y la nobleza, sino por la infinidad de cambios en el ámbito político que han habido desde 1789.

Para este ensayo, se tomará como definición de derecha e izquierda la dada por Bobbio quien coloca en el posicionamiento respecto a la díada igualdad/desigualdad el eje distintivo entre derecha e izquierda. Por un lado la izquierda asume que la igualdad es intrínseca al hombre por lo que la desigualdad es causada por situaciones sociales corregibles, mientras que la derecha considera la desigualdad como natural e incorregible. Dada esta premisa, ambas deciden sus políticas públicas. Es por eso que en general, la izquierda se preocupa por lo social (buscando corregir la circunstancial desigualdad social) y la derecha por el mercado (que si bien a veces acentúa las desigualdades, permite alcanzar mejores pagos para la mayoría de la población).

En el particular caso mexicano contemporáneo, encuentro otro componente clave: la forma para alcanzar el progreso y el desarrollo. Es decir, México, como herencia de la dictadura porfirista, tiene una sociedad profundamente desigual, pobre y poco educada. Así, mientras la derecha pretende corregir los problemas apelando a los cambios desde arriba, institucionales o de élites, la izquierda pretende realizar cambios en la base de la pirámide para que de esta manera todo el edificio social se modifique como consecuencia de la presión social. De esta manera, los regímenes de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y Vicente Fox, que con arreglos institucionales y fomento a la inversión han pretendido corregir los problemas nacionales son de derecha; por el otro lado el gobierno de Lázaro Cárdenas así como los del PRD en el Distrito Federal, emprendieron reformas de tal manera que grandes sectores de la población –la base de la pirámide– fueron los beneficiarios, por lo tanto son de izquierda.

Por lo que, en lo posterior, englobaré en el concepto de izquierda mexicana a todos los movimientos, corrientes e ideologías que pretendan mediante el empoderamiento de las mayorías el desarrollo nacional, por ejemplo el PC, PSUM, PRD, los movimientos sindicalistas ajenos al PRI, entre otros. Por el otro lado en la derecha incluiré a las corrientes, posturas y doctrinas que mediante cambios en algún grupo minoritario en número pero dominante en importancia pretendan el progreso, tal como las corrientes demócrata-cristianas, el movimiento sinarquista, el ala tecnócrata del PRI, el PAN, etcétera.

Por último cabe destacar que la díada derecha-izquierda es vigente, contrario a lo que –tras la caída del muro de Berlín– algunos pretenden ver. En un escenario democrático como el de hoy, la correcta diferenciación entre una y otra es una muestra de pluralidad. Sólo destacando las diferencias y perdiendo ambigüedades, se podrá ejercer mejor la democracia representativa, condición necesaria para el empoderamiento ciudadano.

BUSCANDO EL ORIGEN DEL PROBLEMA
Más allá de las irregularidades de la elección presidencial pasada (¿fueron suficientes como para hablar de un fraude?), si algo quedó claro es que la izquierda mexicana perdió una oportunidad histórica para tomar el poder y convertirse en la principal fuerza política del país. Hablo de una derrota no sólo por el –dudoso– resultado, sino porque de una victoria con margen holgado que se vislumbraba para Andrés Manuel López Obrador, terminó en una cerrada elección que permitirá nunca conocer con certeza al ganador. En las causas de este fracaso, si bien está el juego sucio y antidemocrático de sus opositores, también subrayo la mala respuesta de la izquierda ante éste, claro reflejo de la crisis y la falta de renovación que ésta sufre desde el ascenso al poder de la derecha. El problema de la izquierda en México no es nuevo, por el contrario es de antaño y su análisis tiene que ser histórico.

Vayamos pues a buscar en la historia de la izquierda en México en el siglo XX el origen de los problemas que muestran sus consecuencias hoy1. Debemos empezar con la Revolución Mexicana, que es, sin duda, el parteaguas de la historia mexicana contemporánea. En esta cruenta lucha –que cobró más de un millón de mexicanos muertos– se consiguieron grandes reivindicaciones sociales, tal como algunos derechos laborales, el reparto de tierras y –hasta cierto punto– el sufragio efectivo. Cambios evidentemente de izquierda, no sólo fácticos sino legales, gracias a su reconocimiento en la Constitución de 1917.

Fue justo en ese año en el que la izquierda a nivel mundial adquirió una dirección clara y una punta de lanza en Rusia y su Revolución Proletaria. Así, gran parte de la izquierda en el mundo adquirió el apellido de Partido Comunista y se constituyó como una gran familia internacional, caracterizada por no pretender reformar a la sociedad, sino transformarla de raíz, a pesar de que eso los convirtiera en partidos exasistema o antisistema. La izquierda mundial de principios del siglo XX tomó la alternativa de la Revolución en la dicotomía reforma-revolución que define la forma de los cambios políticos. Nuestro país, recién salido de una Revolución, enfrentaba el problema de la reconstrucción y la izquierda aguardo pacientemente en su ortodoxia, confiando en que la Revolución de 1910 era de tipo burgués, por lo que sólo había que aguardar a la verdadera Revolución, la última y la más importante: la proletaria.

Sería injusto mencionar que la izquierda sólo adoptó la línea internacional y no la adaptó al caso mexicano. Por el contrario, existió una gran mezcla; se tomaron en cuenta los grandes valores soviéticos y se les mexicanizó, hasta lograr las características esenciales de la izquierda mexicana (aún vigentes). A destacar el caso del nacionalismo, que en el caso mexicano se entendió, en un principio, como negación del otro, injusto, antirrevolucionario, de derecha y abusivo: gringo (aquel invasor del siglo XIX, siempre intrometido y que no deja a México resolver por si mismo sus asuntos).

La Revolución Mexicana, de izquierda, creó un estado fuerte, capaz de contener los embates de sus detractores y, a la vez, de regular todos los campos de la vida social. El sueño cardenista y la importancia de la izquierda en su gobierno (a recordar la reforma al Artículo 3° para impartir una educación socialista) son un claro ejemplo. Al mismo tiempo, en Rusia se llevaba a cabo el experimento del llamado Capitalismo Monopolista de Estado, sin mostrar hasta entonces, consecuencias muy graves y sí beneficios en el corto plazo. La izquierda adoptó una postura estatista, a favor de la concentración estatal de la propiedad, de la regulación y las decisiones centralizadas; característica que aún mantiene la izquierda mexicana. Así, en el pensamiento de izquierda, la expropiación y la nacionalización se convirtieron en sinónimos de socialización (y próximo socialismo), hasta alcanzar el culto y la idolatría al estado (estadolatría en la definición de Alcocer), incluso al grado de despreciar la democracia.

Esto acentuado por el principio constitucional de que la propiedad originariamente no es de los particulares, sino de la nación. Así, la mayoría de los grandes cambios sociales estaban –al menos escritos– en la Constitución. Por lo que la izquierda encontró en ella un eje fundamental y apoyo para fundamentar sus tesis más radicales. Incluso hoy en día, la izquierda sigue usando con frecuencia la parte dogmática de la constitución en discursos y como justificación para sus actos.

El socialismo soviético encontró una gran crisis al momento de intentar tomar decisiones democráticas o al menos representativas, por lo que empezó minimizando al pueblo representándolo sólo en el Partido, posteriormente al partido sólo como el Comité Central hasta que las decisiones se concentraron en una figura central: el Secretario General. Nuestra historia es particularmente una que han escrito hombres y no instituciones; la izquierda mexicana, sobretodo tras el final del cardenismo, se dio a la búsqueda permanente de un caudillo que reivindicara el rumbo (perdido, o al menos olvidado en los sexenios de Ávila Camacho, Alemán, Ruiz Cortines y López Mateos). En la desesperación de ver nacer a un Lenin mexicano, se encontraron “falsos profetas” como el caso de Vicente Lombardo Toledano, o figuras radicales y locales como Lucio Cabañas. La concentración del proyecto de izquierda en una persona, es una característica, aún vigente, de la izquierda mexicana, que ha hecho más difícil su acceso al poder; el caudillismo, lejos de beneficiar, le ha perjudicado de gran manera.

Estas herencias, mezcla de la Revolución Mexicana con la influencia soviética, a pesar de que aún son observables hoy en día, no han permanecido durante todo el siglo pasado inmutables. Por el contrario, nuestra izquierda ha sido autocrítica y ha cuestionado duramente sus paradigmas, mitos y tabúes, sobretodo en las décadas de los sesenta y setenta. El punto de inflexión se haya en 1968.

El movimiento estudiantil reprimido atrozmente, terminó con la ilusión de que el estado fuerte priísta era una paulatina socialización del país y contribuía al empoderamiento del proletariado. También, las promesas no cumplidas de la revolución, la amplia brecha entre el discurso y la práctica política, así como la internacionalización de las identidades (sobretodo juveniles), hicieron que el sentimiento nacionalista disminuyera. La constitución y las leyes en generales, aplicadas discrecionalmente, dejaron de ser un dogma digno de elogios y, al contrario, se convirtieron en un espacio permanente de denuncia por su incumplimiento. Por último la guerra sucia de los gobiernos de Díaz Ordaz y Echeverría hicieron ver a la izquierda los inconvenientes no sólo de la vía revolucionaria, sino del caudillismo.

De esta manera, la izquierda se tuvo que plantear nuevos retos. Por lo que como primera nueva bandera adquirió la recuperación de los derechos político-electorales y la democracia, empezando por la izquierda misma. Lejos de seguir legitimando (y apoyando) los gobierno priístas, la izquierda comenzó a ser crítica al sistema, no sólo a su antidemocracia, sino a su presidencialismo (como ruptura ante el caudillismo) y a su corporativismo (sobretodo a este último que en su versión sindical tanto daño le hizo a la izquierda). También se volvió bastante propositiva y replanteó formas de organización económicas y sociales, ya sin usar como apoyo central al estado; se impulso de una manera importante la autogestión obrera (como alternativa a la cooptación sindical) y al cooperativismo (una forma de producción capaz de sobrevivir al entorno capitalismo, sin aplicar hacia adentro sus perversas consecuencias). En fin, se concentraron los planteamientos de esta nueva izquierda en el Partido Socialista Unido Mexicano (interesantísimo ejercicio de coalición de la izquierda mexicana bajo un mismo proyecto no personal), que con el candidato Arnoldo Martínez Verdugo como candidato llegó con esperanza a las elecciones presidenciales de 1982.

Sin embargo, los resultados en este ejercicio electoral fueron decepcionantes. Miguel de la Madrid aplastó en la elección con el 75% de los sufragios y dejó al PSUM con 4%, un ínfimo incremento de su tradicional millón de votos. Ya en el poder, el gobierno priísta tecnócrata de De la Madrid, inicio las reformas neoliberales, que tanta desigualdad han traído a nuestro país; ante lo cual la respuesta de la izquierda lejos de no ser articulada, fue poco argumentativa y se baso sólo en la ideología que ya desde los años sesenta había perdido vigencia. Este fracaso produjo una confusión en la izquierda tal que aún más de 20 años después no ha logrado sacudirse y recuperar el camino.

Encuentro la explicación de esta derrota en la falta de una cultura democrática arraigada entre los ciudadanos así como la imposibilidad institucional –de facto– de un cambio de partido en el poder. También me gustaría señalar que las propuestas de izquierda no eran tan atractivas para una población en la que la pobreza y la desigualdad no eran tan significativas como los son hoy; a pesar de la crisis, la devaluación y los errores de López Portillo, la economía creció a una tasa del 6% (ritmo promedio durante el periodo priísta 1934-1982)2. El PSUM, a pesar de sus esfuerzos, no logró diferenciarse efectivamente de la izquierda radical, (tal como la Liga 23 de Septiembre) de forma que no logró cubrir el riesgo que implica cualquier cambio del status quo.
Tras el fracaso electoral, la división del PSUM no se hizo esperar. Por un lado se formó el PSM, por el otro se buscó reformar al PRI desde adentro, unos más regresaron a la clandestinidad. En general, la izquierda no organizó una defensiva propositiva ante los cambios abruptos y buscó diseñar su futuro retomando el pasado: nacionalista, estatista, antidemocrática, caudillista y buscando legitimidad en la constitución, en lugar de en las urnas. Cabe agregar el daño que, sin quererlo, causó la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988: un neocaudillo, heredero legítimo de la Revolución Mexicana quien con sus reivindicaciones sociales sólo exacerbó más el deseo de regresar al pasado.

Desde entonces, la derecha –pragmática–, sin preocupaciones excesivas por la legitimidad o la representatividad, gobierna beneficiando a una pequeña élite y afectando a las amplias mayorías. Mientras, la izquierda sigue confundida, dormida en sus laureles ideológicos y doctrinarios, denunciando las privatizaciones, la selectividad en el uso de la ley y la creciente pobreza, sin dar una propuesta para solucionarlo, sin convertirse en una alternativa real capaz de gobernar (o al menos eso es lo que piensa gran parte del electorado).


¿CÓMO LLEVAR A LA IZQUIERDA AL PODER?
En un país de 50 millones de pobre (pobreza de patrimonio para ser, cínicamente, correctos), en el que existen monopolios para todo (públicos y privados), ubicado en los último 20 lugares a nivel mundial en índices de desigualdad (¡en México hay más millonarios que en Francia!) y donde el neoliberalismo –de derecha– ha fracasado en 20 años de aplicación (el PIB per cápita ha aumentado en un ínfimo 0.02% desde 1983 hasta el año 2000 y los salarios reales mínimos en pesos de 1994 han caído en el mismo periodo 70%)… ha quedado evidenciado (al menos para mi) que la derecha, sin un correcto contrapeso de izquierda, no logrará resolver los problemas urgentes e importantes del país: la pobreza, la migración, el desempleo, la seguridad social, etc. Sin embargo, cabe reconocer que la derecha, al menos en el discurso, ha logrado resolver para gran parte de los mexicanos el principal problema de nuestra sociedad: la economía.

La izquierda como primer paso, debe entrar por completo en el juego democrático y buscar convencer, persuadir y demostrar que es la mejor opción de gobierno, con base en sus ventajas comparativas. Así pues, destacaré, a manera de propuestas los beneficios que se pueden obtener de un gobierno de izquierda.

Primero que nada, hay que resolver de manera creíble la principal demanda de los mexicanos: la obtención de un ingreso, seguro, digno y justo. En este sentido, la economía solidaria es una gran opción que va más acorde con la izquierda. Por ejemplo el movimiento cooperativista (en su versión de bienes y servicios, de ahorro, y de consumo) ha demostrado que puede ser competitivo, eficiente y sobretodo mucho más justo para sus trabajadores. Asimismo, en comparación con la burda producción neoliberal maximizadora de beneficios, el cooperativismo –como uno de sus ejes rectores– plantea el rescate de valores como la solidaridad, la democracia y el trabajo comunitario.

También es necesario que la izquierda asuma su posición en un espectro plural en el que la verdad absoluta no existe, sino que se construirá con los aciertos (y los errores) de cada uno de los participantes. Es por eso que la izquierda debe reconocer los aciertos de la derecha, retomarlos y perfeccionarlos. Por ejemplo, el uso eficiente de las tecnologías de la información que han tenido los últimos gobiernos de derecha, ya sea para trámites o para acceso a servicios, debe ser un elemento importante en el gobierno sin importar la ideología; la izquierda debería partir de esta eficiente y correcta política pública y explotarla, así como intentar universalizarla.
“El poder estatal no sólo se legitima por un ejecutivo eficiente, un parlamento representativo y una vigilancia justa. Se legitima principalmente por procesos culturales, educativos, morales e informativos que constituyen redes (…). Estas redes tienden a establecer nuevas y diversas formas relativamente autónomas de poder ciudadano”. Uno de los grandes objetivos de la izquierda mexicana de principios del siglo XXI debe ser empoderar al ciudadano común sin politizarlo, escapando a la tradición priísta de cooptación de líderes populares. Es necesario que la gente pueda resolver los problemas inmediatos de su comunidad usando al estado como catalizador. En términos de Sergio Zermeño, urge que en México densifiquemos lo social para poder hacer efectivo no sólo el diseño democrático institucional sino para poder aprovechar el libre mercado.

La preponderancia del tema económico en las políticas públicas de derecha ha hecho que en estas se vea rezagado el concepto de desarrollo integral del hombre. Así, una de las ventajas comparativas de la izquierda es la importancia que tiene el papel de la cultura popular en su programa de gobierno (cultura en su sentido humano y humanizante, universal y universalizador; popular tanto en su acceso como en su creación). Para aminorar las desigualdades, es sumamente necesaria la educación y para transmitirla no hay una manera más fácil, barata y eficiente que la cultura popular.

También una de las causas del fracaso de la izquierda en México, se encuentra en su acrítica y conservadora respuesta ante la inminente globalización e internacionalización de la vida. La derecha por el contrario, trabaja a nivel global y su poderío se sustenta algunas veces, en el poder de los capitales trasnacionales. Por eso es urgente que la izquierda mexicana busque relaciones internacionales con países afines para formar un internacionalismo solidario, que pretenda, en el respeto a las diferencias y particularidades, la colaboración más allá de las fronteras; como respuesta a la actual campaña global que, de hecho, pretende homogenizar a la humanidad como entes con patrones de consumo similares.

Por último, es necesario que la izquierda combata dentro de si misma cuatro mitos que ha últimas fechas parecen encontrar justificación en el pensamiento de izquierda. El primero es el autoritarismo, el cual aunque haya sido planteado como una solución conveniente en algún momento, es completamente intolerable en pleno siglo XXI; el claro ejemplo de esto es la Revolución cubana, que a pesar de su carácter socialista y de izquierda, ha cometido excesos los cuales deben de ser señalados y criticados en el mismo momento en que se comete. El segundo es la importancia dada a movimientos sociales que a pesar de su gran tamaño, resultan estériles por no tener un programa propositivo de acción; no se traiciona a la izquierda cuando se afirma que los últimos 6 meses de la huelga de la UNAM del 1998-99 resultaron completamente inútiles. El tercero es la violencia, la cual en ningún caso es justificable, la izquierda debe evitar caer en la tentación de aceptarla como necesaria, incluso aunque esta sea mínima y provenga del sector dominado hacia el dominante (aún en el caso de la plurietnicidad indígena o el descontento actual del pueblo oaxaqueño y la sordera del gobierno). Por último es necesario deshacerse por completo de la tentación antidemocrática a pesar de que el resto de los competidores democráticos no respeten las reglas; resulta más importante pues, el salvaguardo del mecanismo que te permitirá acceder al poder que el acceso al mismo.

OPTIMISMO Y BUENOS DESEOS FINALES
He perdido la esperanza en que el neoliberalismo eliminará desigualdad en México; no confío en que el gobierno de Calderón, por si mismo disminuirá la pobreza; no veo, dada la situación actual, alguna forma en la que –por fin– cada mexicano sea distinguido por sus virtudes, sus vicios y el empeño en su trabajo. Sin embargo, confío en que la izquierda mexicana encuentre nuevos bríos, se renueve hacia adentro, y genere nuevas propuestas que sean convincentes para la mayoría de la población. La izquierda no es la verdad absoluta, pero algunos creemos que es la mejor opción y por ende, enalteciendo los valores democráticos de la pluralidad y el debate, la defenderemos (siempre autocríticos y concientes de que somos suceptibles a errores). Sólo así, con una efectiva y eficiente nueva izquierda será posible reconstruir este bello país, nuestro México.

Bibliografía
1.- La mejor recapitulación de la historia de la izquierda mexicana del siglo XX que he leído es la hecha por Jorge Alcocer y la usaré como base para explicar la evolución de la izquierda en México: Alcocer Jorge, El Laberinto de la Izquierda en El Futuro de la Izquierda en México, compilado por el Centro de Estudios para un Proyecto Nacional, Fundación Friederich Ebert. México, 1992.
2.- Calva, José Luis. México más allá del Neoliberalismo. Opciones dentro del Cambio Global. México, 2000.
3.- Bartra, Roger. Cultura y Sociedad en los Nuevos Tiempo de la Izquierda dentro de La Izquierda ante los Nuevos Tiempos, breviario del Coloquio Internacional celebrado en la Ciudad de México el 18 y 19 de abril de 2001.
4.- Zermeño, Sergio. La Desmodernidad Mexicana y las Alternativas a la Violencia y a la Exclusión en Nuestros Días. México, 2005.
5.- Touraine, Alain. ¿Cómo salir del liberalismo?. Barcelona, 1999